XX MARCHA NACIONAL DEL CAMPESINADO
POBRE
FNC durante la marcha |
La
XXI Marcha Nacional del Campesinado
Pobre se realizó el jueves 20 y 21 de marzo pasado en Asunción, bajo el lema
“Contra el latifundio, por la reforma agraria, contra la sojización y los transgénicos,
por la producción nacional y contra las mentiras electorales”. La movilización comenzó
el día anterior, con la llegada a la capital del país de miles de campesinas y campesinos
provenientes de distintos puntos del país, como resultado de la organización y utofinanciamiento.
Una marcha realizada a lo largo de 20 años, sin interrupciones, captó de manera
especial la atención de los medios de comunicación y la sociedad, a través de la
pregunta ¿que han logrado marchando a lo largo de 20 años?
La
pregunta fue una oportunidad que permitió a la FNC elaborar y hacer una
síntesis del objetivo que ha
animado a las marchas a lo largo de todos estos años, desde un enfoque
diferente. La pregunta ¿qué han logrado? parece hacer resonar detrás otros
interrogantes desde esa perspectiva dominante ¿porqué siguen marchando?
¿Acaso
ha cambiado la situación del país? ¿Acaso han logrado
la reforma agraria? ¿Han frenado la sojización? ¿Han impedido
el avance de los transgénicos? Y, sobre todo, en esta coyuntura electoral, ¿han
logrado que el campesinado deje de ser instrumentado para votar, renovando así
cada cinco años su propia exclusión por la vía electoral?
Detrás
del ¿porqué siguen marchando? parece
resonar la pregunta
¿porqué no se desaniman? Son
lindos interrogantes para responder a una sociedad que, más que nunca, hoy está
profundamente desmoralizada por los grandes retrocesos recientemente ocurridos, que han permitido a los sectores
más retardatarios, antidemocráticos y antipopulares avanzar sobre espacios
mínimamente progresistas que, aún con grandes cuestionamientos, representaban el
anhelo de cambio de toda una sociedad. Con el intento de cambio por la vía
electoral, la mayoría de la sociedad paraguaya hoy parece estar más abierta a
escuchar nuevos planteamientos, y quizá a aprender de otras experiencias. ¿Por qué
no se desaniman? Si “nada” han conseguido... ¿De dónde sacan la fuerza para resistir?
¿POR QUÉ
SIGUEN MARCHANDO?
Esa
es una pregunta que parece surgir de una cosmovisión dominante de esta sociedad
que ve al campesinado como fuerza instrumentalizada, incapaz de dirigir su
propio proceso de organización y elaboración de planteamiento político con una perspectiva
de desarrollo nacional. Lo interesante es que ese mismo pensamiento dominante
está fusionado, paradójicamente y con más fuerza en sectores progresistas, con
una expectativa y exigencia rigurosa y despiadada de hacer descansar sólo sobre
la espalda del campesinado la responsabilidad de la transformación de este
país.
Como
ejemplos concretos, ese tipo de pensamiento se vio con claridad en los procesos
del marzo paraguayo en 1999 y en la lucha que culminó con el freno al proceso de
privatizaciones en el 2002. Ese pensamiento se concretizó en el marzo paraguayo
con la exigencia al campesinado de que de inmediato y obedientemente desista de
su reivindicación de la condonación de deudas (que iba a culminar en el remate de las parcelas y
los medios de producción de 130.000 pequeños productores). Desconociendo e invisibilizando
el proceso por el cual esa masa campesina, organizada y autofinanciada, llega a
Asunción: con una postura debatida y asumida de resistir y combatir en las
calles el fascismo en su expresión
de Estado representado
en ese momento por el oviedismo, y que se concretaba en
la segunda reivindicación de esa marcha de 1999: la
defensa de las libertades públicas.
Durante
largo tiempo se instaló -y aún sigue instalada- esa visión deformada: de que por
no abdicar del reclamo de la condonación de deudas el campesinado de la FNC “vendió”
su apoyo al marzo paraguayo. Siendo que la renuncia a esa reivindicación
hubiera significado la verdadera instrumentación del campesinado:
instrumentación entendida como desviación de los intereses de un sector y como
una decisión de cúpulas dirigenciales desconectada de la masa.
Esa
visión equivocada supone que está en poder de la dirigencia campesina de la FNC
simplemente “ordenar” a su masa (que en ese caso sí hubiera sido instrumentada)
que desista de una de sus dos reivindicaciones, obviando el proceso
profundamente democrático tras el cual esos 30.000 campesinos y campesinas
llegaba a Asunción. Proceso colectivo largamente debatido que enmarcaba la condonación
de deudas y la defensa de las libertades públicas en la construcción y planteamiento
de un programa de desarrollo nacional que trascendía justamente las
reivindicaciones sectoriales del sector campesino.
En la lucha
contra las privatizaciones ese tipo de pensamiento se concretizó en el
cuestionamiento del derecho del campesino a opinar. Por ejemplo en el caso de
la privatización de Antelco (hoy COPACO): ¿acoso los campesinos tienen
teléfono? Era una de las argumentaciones más comunes desde esa perspectiva
dominante. Desconociendo e invisibilizando otra vez, que fue el campesinado de
la FNC quien debatió, elaboró y expuso ese planteamiento ante la sociedad, y que
se concretó en la unión de varios sectores sociales y políticos, primero en el Frente
en Defensa de los Bienes Públicos y el Patrimonio Nacional, que a su vez se articuló
luego con la Plenaria Permanente contra el Terrorismo de Estado para conformar el
Congreso Democrático del Pueblo.
INVISIBILIZACIÓN
DEL CAMPESINADO COMO SUJETO POLÍTICO
Estos
elementos nos pueden llevar a debatir los mecanismos a través de los cuales opera
el sistema para invisibilizar al campesinado como sujeto político consciente, completo.
Es esa invisibilización la que se concreta en la pregunta ¿porqué siguen
marchando? Puesto que si no operaran estas “anteojeras” ideológicas, podría ser
visible -y hasta obvio- que se sigue marchando porque el campesinado de la FNC
es un sujeto político completo, que ha sido capaz de superar una visión
sectorial y de plantear un programa de desarrollo nacional soberano que incorpora
a la mayoría progresista y democrática de este país. Y que la permanencia de por
si a lo largo de 20 años en ese profundo debate democrático, organizado, autofinanciado, es un logro de gran magnitud
que ninguno de los partidos políticos ni organizaciones similares en este país ha
alcanzado. Es una experiencia inédita.
Y
que esa categoría de sujeto político completo supera además una visión de
logros en clave cuantitativa. ¿Cuántas hectáreas conquistadas? 200.000 ¿Cuántos
asentamientos? Más de 40, el campesinado organizado de la FNC tiene elaborado
Programas que conducirá inequívocamente a un desarrollo a favor de la mayoría.
Los debates y la organización lo transformó al campesino en un sujeto consciente
que transforma su individualismo, que comercializa en forma conjunta su producción
y analiza las causas de la discriminación de la mujer y busca los mecanismos
para la transformación; construye guarderías para el cuidado colectivo de los
hijos, entre otros.
Resumiendo,
el carácter de las marchas campesinas escapa a esa visión reduccionista e instrumental
con la que la hegemonía del sistema induce a la sociedad en general a “ver” al
campesinado. Un campesinado al que, por un lado, se tiende a asociar siempre
con la subordinación a otros intereses y al que, por otro lado (y aún siendo el
sector más azotado y más vulnerable a todas las políticas del Estado que privilegian
un modelo de concentración que beneficia a unos pocos), se le exige con mucha más
rigurosidad “logros” en una tarea de construcción democrática que nos compete a
todos como sociedad.
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