El domingo 23 de
marzo de 2014 podría haber sido un domingo cualquiera en las campiñas
paraguayas, sin embargo el continuo transitar de hombres, mujeres, jóvenes y
niños que buscaban llegar hasta los puntos de concentración campesina marcó la
diferencia, trayendo así por los caminos la esperanza de un pueblo que como
hace 21 años se preparaba organizadamente para su XXI marcha campesina.
San Pedro |
Fue
así que Canindeyú, Caaguazú, San Pedro, Guairá, Caazapá, Itapúa, Misiones,
Concepción fueron los puntos de encuentro de miles de campesinos que dejaron
atrás sus instrumentos de labranza, sus animales, sus precarios ranchos, sus
desgastadas tierras para ser protagonistas una vez más de esta ya larga lucha
por la justicia. Dejaron todo aquello y trajeron por sus espaldas mandioca, maní,
grasa de chancho, maíz, harina de maíz,
queso, huevo, poroto para aportar a las
sucesivas ollas populares que serían elaborados por un grupo de cocineros y
cocineras especialistas en la difícil tarea de preparar alimentos para una gran
cantidad de personas.
Caaguazú |
Una vez apostados en los lugares de concentración cada
uno tenía su puesto: en la cocina, para montar baños, bañaderas, carpas de
hombres y mujeres, en la guardería, en seguridad, animación, prensa,
propaganda, agitación y en la ruta; así se mantuvieron, entre debates, ajustes,
los infaltables artistas que con voz y guitarra amenizaron las movilizaciones
regionales y aportaron alegría sin igual a los intermitentes cortes de ruta que
fueron realizándose hasta el martes 25 a la mañana.
Canindeyú |
Almorzar y subir a los
camiones de carga, hombres, mujeres, carpas, bolsas de mandioca, leñas, tachos,
pancartas, banderas, símbolo, estribillos, sacrificio y fuerza organizada se
entremezclaban agrupándose en largas caravanas que avanzaban bajo la mirada del
enemigo cuya preocupación se dejaba ver en las barreras de policías apostados
en las principales rutas del país.
Capital |
En
Asunción, un contingente de compañeros y compañeras, pequeños productores de
Central, Paraguarí y de otros departamentos del país, inmigrantes venidos desde
Argentina, obreros, trabajadores y docentes con banderas, pancartas y volante
en mano recorrían el microcentro anunciando para el que quisiera oír la buena
nueva, la movilización de un pueblo y la huelga general, verdaderos
acontecimientos que acuñan un futuro transformador.
Atardecía
frente al ex -seminario metropolitano, penumbra y luces de la ciudad reflejaban
sombras, figuras humanas que bajaban de vetustos camiones doble o triple eje,
otros de menor porte y algunos colectivos; era la algarabía del grito que
comenzaba así a retumbar en los oídos de Asunción, una capital que abrazaba
sonriente a aquellos hombres y mujeres del campo dispuestos a seguir librando
la lucha contra los explotadores de siempre.
El fresco pastizal hizo de cama, de silla y de sillón ocasión en que tortillas, chipas, marineras de pollo, mandiocas, sopa, chipa guazú y otras delicias hicieron su aparición de entre platos y servilletas, constituyendo todo aquello la matula que aportaría su valor alimenticio para lograr la energía necesaria y seguir.
El fresco pastizal hizo de cama, de silla y de sillón ocasión en que tortillas, chipas, marineras de pollo, mandiocas, sopa, chipa guazú y otras delicias hicieron su aparición de entre platos y servilletas, constituyendo todo aquello la matula que aportaría su valor alimenticio para lograr la energía necesaria y seguir.
A
la medianoche y luego de 18 años las campanas de la catedral metropolitana repicaban al son del grito de ¡huelga
general! en donde una parte del campesinado, obreros y trabajadores, llegó
hasta ahí para participar de aquel lanzamiento, resultado de su determinación y
visión política de involucrarse con la convocatoria, realizar ese día la XXI
marcha del campesinado pobre y llevar la huelga general a su concreción para
seguir escribiendo páginas de historia política y social del Paraguay.
Los
relojes marcaban las 02:00 horas del 26 de marzo; de vuelta al seminario, un
breve descanso, y de madrugada los piquetes en dos avenidas capitalinas
principales, con presencia de obreros, obreras y trabajadores, una conjunción
de fuerzas en combate imponiendo un claro mensaje de lucha. De los piquetes al
cocido con galleta, distribuidos cuidadosamente por una brigada de hombres y
mujeres especializados en cocina, resultados de la práctica y las experiencias
ganadas en permanentes movilizaciones, debates y asambleas.
Pancartas,
banderas, agrupados por región, una bulliciosa y colorida columna de jóvenes, agua,
limón, toallas al cuello, bolsones, mochilas, mantas, banderas y símbolos, parten
desde el seminario iniciando la larga marcha. Es la fuerza política que camina
por las calles de Asunción, que surgió desde el campo y llegó a la ciudad,
recibiendo adhesiones, aplausos, flamear de banderas desde los balcones, brazos
en alto y algunos en grupos pequeños, o en mayor cantidad se iban sumando a
ejército de organizado que con pasos firmes de zapatillas y zapatos gastados
vienen desde hace años abriendo el surco de un nuevo horizonte para el
Paraguay.
Horas
de marcha y de camino en una ciudad que tenía aire de viernes santo, no por las
chipas o santiguadas, sino por los negocios cerrados, escasos vehículos y
ningún transporte público cuyo panorama mostraba ya desde temprano la contundencia
de la huelga general.
Se
confluyó en la Plaza ubicada frente al Congreso, sitio donde se expresa la
contradicción del pueblo que quiere nacer y una estructura edilicia expresión
de un modelo de Estado que no quiere morir. Discursos, compromisos, expresiones
y heridas de lucha, del despertar del campesinado; ese campesinado que no está
derrotado, que está vivo, que confía en su fuerza y se prepara para seguir
luchando.
Un
guiso de carne molida con abundante mandioca, elaboradas por laboriosas manos y
distribuidas desde grandes tachos ayudó a mitigar apetito y cansancio de miles
de luchadores que mientras comían esperaban pacientes el acto conjunto del
Partido Paraguay Pyahurã (PPP) y la Coordinadora Democrática para dejar sentada
las conclusiones de la histórica jornada de lucha basado en la marcha campesina
y la huelga general.
Ojos
y oídos atentos, brazos y símbolos en alto, banderas al viento, voces que al
unísono repetían una y otra vez los estribillos que abrazaban cada parte de las
palabras, algunas hechas estrofas y expresadas desde el escenario en aquel
momento crucial. El campesinado pobre, la clase obrera, los trabajadores y el
pueblo en general allí presente supo oír lo que necesitaba para avanzar, hizo
suyo el claro mensaje, los acuñó como línea e identificó a sus genuinos
dirigentes y mantuvo actitud respetuosa ante quienes representaban a otras
organizaciones.
Lentamente
los camiones y colectivos se fueron colmando de figuras humanas y con el
sentimiento del deber cumplido emprendieron el regreso a las comunidades y
asentamientos, en donde carretas, machetes, azadas, tierra, arados e injusticias
se agruparán en un conglomerado de esperanzas marcando el camino para seguir
luchando.
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